martes, 29 de diciembre de 2015

245. Dios es Amor.

 Juan 17:18 “Como a Mí me enviaste al mundo, Yo también les ha enviado”

El Padre envió a Su Hijo al mundo armado con el amor y la fe, personificados en el Espíritu Santo; y Jesús venció al odio y a la  porfía, o incredulidad que son las armas que el maligno emplea en el mundo. Las armas de Jesús se vieron en la cruz. El pidió al Padre que les arme a sus seguidores, también con las armas de  la fe y el amor, para que  puedan vencer las tinieblas de la ignorancia de Dios en el mundo.

Juan 17:19 “Yo me santifico a mismo en beneficio de ellos, para que ellos sean santificados en la verdad”
Santificar es separar, apartar. Jesús dijo que Él se ha apartado dentro de los confines de la misión que el Padre le confió, es decir vivió para cumplir la voluntad del Padre. Su santificación sirvió de modelo para que Sus discípulos también sean separados y confinados en la misión que Cristo vino a realizar. Misión que fue para salvar a la humanidad.

Lucas 1:35 “El ángel le contesto: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con Su sombra, por eso el niño que nacerá será llamado Hijo de Dios”
El niño que nació en Belén fue Dios hecho un hombre, que vivió con nuestras debilidades y flaquezas, para cumplir la misión que el Padre le encargo. Parte de Su misión fue comprar con Su muerte a todo humano, para librarle del reino de las tinieblas y la muerte, y pasarle al reino de la luz, la vida y el amor. El cambio de reino se realiza en la mente de toda persona que toma en serio Su historia. 

Juan 17:20 “Pero no solo ruego por estos, sino por los que tendrán Fe en Mi por la palabras de estos”
Jesús le dice al Padre que Sus peticiones por Sus discípulos, las hace por todos los que tengan fe en El, gracias a la predicación y escritos de ellos. Es decir Jesús pidió al Padre por todos los que tengan fe en Su historia. Pidió que sean santificados en la verdad, también pidió que les envié al mundo con las armas del amor, la humildad y la mansedumbre, y que sean unánimes, como El y el Padre son UNO.

Juan 17:21 “Para que todos sean uno. Como Tu Padre en Mí, y Yo en Ti; que también ellos estén en nosotros, a fin de que el mundo tenga fe que Tú Me enviaste”
El pecado, separa, desune a los seres humanos, por eso el Padre envió a Jesús para que derrame el amor divino, entre los que aprendieron de Él, y ellos lleguen a aceptarse, y a amarse, siendo misericordiosos, tolerantes, bondadosos, pacientes, unos con otros,  tal como son  el Padre y Su Hijo con los creyentes. Y para que dejen fluir el amor desde ellos, a fin de que permanezcan en el Padre y en el Hijo.

Juan 17:22 “Yo les he dado la gloria que Me diste, para que sean uno, así como Nosotros somos uno”
La relación del Padre con Jesús, no fue la relación que tenía el Padre con el Verbo, antes de que se encarnase,  sino que fue la relación de Dios con un hombre de fe. El Padre no podía derramar Su  misericordia en el  Verbo, porque la misericordia es amar al indigno de todo amor. Y Jesús les amo a sus discípulos con el amor misericordioso que le amo el Padre. Esta es la gloria a la que se refirió Jesús.

Juan 17:23 “Yo en ellos y Tu en Mí, para que sean perfeccionados en la unidad, para que el mundo sepa que Tú me enviaste,  y que los has amado tal como me has amado a Mi”
Se lee que Dios le hizo al hombre a Su imagen; pero la palabra hebrea “Tselem” traducida imagen, literalmente es “sombra”. Es decir Dios le hizo al hombre Su sombra; una sombra es el reflejo del cuerpo;  así que el hombre fue un reflejo de Dios, y ahora gracias a la obra salvadora de Jesús, Dios hace  que el hombre vuelva a ser su sombra, o sea que refleje Su misericordia y compasión a los hombres.      

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