viernes, 6 de julio de 2012

86. El Evangelio de Juan. Cap. 19 pp.

Nota. Apreciado lector, para obtener mas provecho de estas lecciones, le sugiero que no las lea en una vez, sino poco a poco cada día, a lo largo de una semana.


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S. Juan Cap. 19:1-3 “Y entonces, Pilato tomo a Yeshua y Le azoto. Y los soldados tejieron una corana de espinas, la pusieron sobre Su cabeza, además Le vistieron con un manto de púrpura y le decían: ¡Salve rey de los Judíos!”

Presionado, tanto por las voces a gritos de los judíos que pedían que suelte al ladrón Barrabas, como por el miedo a no ser fiel al Emperador, Pilato hizo flagelar a Yeshua, y dejo que sus soldados hicieran una corona con ramas espinosas y Le coronaran, al mismo tiempo, le cubrieran con un manto púrpura, y le saludaran. Estos hombres impíos le disfrazaron de rey al Salvador, para burlarse, y al mismo tiempo le pegaron en las mejillas, para humillarle.
Cabe indicar que todo el sufrimiento del Salvador fue anticipado en la Ley y especialmente en el Cap. 53 de Isaías. Es decir, el Padre le envió a Su Hijo para que, coma el representante de la raza humana, venciera nuestra rebelión y desobediencia a El, aun en la humillación mas extrema. En pocas palabras, Yeshua, mediante Su sufrimiento, les rescato a los creyentes, en si mismo, del poder de Satanás.
Dicho de otro modo, el maligno esclaviza al hombre por medio de la semilla que planto en la humanidad, cuando Adán cayo, pero Yeshua le venció en si mismo, para nuestro beneficio.
Le reitero, la descripción de los sufrimientos del Mesías, deja claro: que Dios nos salvo en Yeshua.

Juan 19: 4-11 “Pilato salio otra vez, y les dijo: Miren, Le traigo fuera, para que sepan que no encuentro ningún delito en El.
Cuando Yeshua salio fuera todavía llevaba la corona de espinas y el manto púrpura. Entonces Pilato les dijo: Aquí esta el Hombre.
Pero, tan pronto le vieron los principales sacerdotes y los guardias, gritaron: ¡Crucifícale, Crucifícale!
Pilato les dijo: Tómenlo y crucifíquenle ustedes mismos, porque yo no encuentro ningún delito en El.
Los judíos le contestaron: Nosotros tenemos una ley, y según esta ley El debe morir, porque se hizo Hijo de Dios.
Por consiguiente, cuando Pilato oyó estas palabras, se atemorizo aun más. Y en seguida, nuevamente entro en el pretorio, y le dijo a Yeshua: ¿De donde eres Tú? Pero Yeshua no le dio respuesta.
Entonces Pilato Le dijo: ¿A mi no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte, y que tengo autoridad para crucificarte? Yeshua le respondió: Ninguna autoridad tendrías sobre Mi si no se hubiera dado de arriba; por esto el que Me entrego a ti, tiene mayor pecado.”

El Procurador romano le hizo azotar, y dejo que sus soldados se mofen y le agredan físicamente para calmar los ánimos de los Judíos, y porque no se sentía fuerte como para enfrentarles; y cuando creyó que logro su objetivo, les mostró a Yeshua, sangrando y disfrazado de rey, y les reitero: Aunque este hombre es inocente, sin embargo le he castigado: ¡Mírenlo! No obstante, era tanto el odio a Yeshua, de los sacerdotes y de sus secuaces, que al verle empezaron a pedir a gritos que Le castigue, ¡crucificándole!
Entonces el gobernador les reafirmo a los sacerdotes que no había un motivo para crucificar a Yeshua, y que por lo tanto les daba la responsabilidad de ejecutarle.
Inmediatamente le dijeron, si tiene un delito: Se hizo Hijo de Dios, y de acuerdo a nuestra ley, debe morir.
Cuando Pilato escucho esa acusación tuvo mas miedo, porque el emperador romano, a quien el servia, también decía ser hijo de dios. En seguida entro en la sala de juicio y le pregunto a Yeshua, ¿De donde eres?
Pero Yeshua guardo silencio, y Pilato se irrito al no recibir respuesta, y le recordó que el tenia el poder para librarle o ajusticiarle. Entonces el Salvador le dijo: No tienes autoridad de ti mismo, porque tu autoridad te la dio Dios. Así mismo, le advirtió al gobernador de su pecado, además le aviso que el pecado de los sumos sacerdotes y de los escribas era mas grave que el suyo.

Juan 19:12-16 “Como resultado de esto, Pilato insistía en soltar a Yeshua, pero los Judíos gritaron: ¡si suelta a Este, usted no es amigo del Cesar!; todo el que se hace rey, rechaza al Cesar.
Cuando Pilato oyó estas palabras, inmediatamente saco fuera a Yeshua, y se sentó en el tribunal, en un lugar llamado el Empedrado, y en hebreo: Gabata.
Y era el día para la preparación para la Pascua, eran como la seis de la mañana. Entonces Pilato dijo a los Judíos: ¡Aquí esta su Rey!
Ellos gritaron: ¡Fuera! ¡Fuera! ¡Crucifíquele! Pero Pilato les dijo: ¿He de crucificar a su rey? Los sumos sacerdotes le contestaron: ¡No tenemos otro rey que el Cesar!
Por consiguiente, Pilato Le entrego a ellos para que sea crucificado”

Cuando Yeshua le dijo a Pilato su pecado, el busco la manera de liberarle, pero los Judíos, estando al tanto de la intención del romano, le dijeron que siendo oficial del Cesar, no podía dejar libre a Yeshua, porque El dice ser rey, por lo tanto es opuesto al Cesar. En otras palabras, los sacerdotes le hicieron ver a Pilato que Yeshua era culpable, porque dacia que es Rey.
Ante ese argumento, no le quedo otra cosa a Pilato que decretar la muerte de Yeshua. Entonces salio donde estaban los judíos, y accedió a crucificar a Yeshua, no sin antes decirles: ¡Miren: Es su Rey!
Al oír a Pilato, otra vez los judíos gritaron que ejecute la sentencia y que crucifique al Salvador. Sin embargo el gobernador hizo hincapié en que Yeshua era el rey de los judíos. Entonces los sumos sacerdotes, para que Pilato no presione para liberar a Yeshua, le dijeron: Nuestro único rey es el Emperador romano.
Con esta declaración, las autoridades Judías colmaron su pecado, y rechazaron al Rey Mesías.
Finalmente, Pilato mando crucificar al Yeshua.

Juan 19:17-18 “Y tomaron a Yeshua, y El salio cargando Su cruz, al sitio llamado el Lugar de la Calavera, que en Hebreo se dice Gólgota, donde Le crucificaron, y con El a otros dos, uno a cada lado y Yeshua en el medio”

Yeshua cargo su cruz hasta el Gólgota, y en ella le clavaron las manos y los pies.
Es difícil imaginar el dolor que sufrió cuando le clavaron en la cruz, pero a pesar que tenia muy clara la misión que le dio el Padre, no obstante el dolor le quebranto.
Por otro lado, el Padre no estaba descargando en El, en la crucifixión, su ira contra el hombre pecador, sino venciendo la rebelión sembrada por el maligno en los seres humanos, mediante la perfecta obediencia de Yeshua en su crucifixión. De esta manera el Salvador subrogo a los creyentes, para que estos ya no sean esclavos del diablo.
Al pensar y analizar la crucifixión del Mesías, se afirma en la mente la verdad, que EN Yeshua, el Padre salvo al pecador.
Por otro lado, junto con El crucificaron a dos malhechores. Así quedo expuesto a pública vergüenza el Dios encarnado.

Juan 19: 19-22.”Pilato también escribió un letrero, y lo puso sobre la cruz. En este estaba escrito: Yeshua, El Nazareno, el Rey de los Judíos.
Muchos Judíos leyeron esta inscripción, porque el lugar donde Yeshua fue crucificado estaba cerca de la ciudad, además estaba escrito en Hebreo, en Latín y en Griego.
Por esta razón, los principales sacerdotes de los Judíos, decían a Pilato: No escribas: El rey de los Judíos; sino que El dijo: Yo soy el rey de los Judíos.
Pero Pilato les respondió: Lo que he escrito, he escrito.”

La ley romana estipulaba que en la cabecera de la cruz se ponga la razón del castigo, por esto Pilato hizo escribir: Yeshua El Nazareno, el Rey de los Judíos. Es decir, los dirigentes religiosos Judíos encontraron culpable a Yeshua de ser el Mesías, prometido, el Rey de Israel. De esta manera, muchísimos Judíos que habían venido de varios países para celebrar la Pascua, en obediencia a la Ley, vieron al Mesías Prometido, Sacrificado para salvación.
Al darse cuenta los sumos sacerdotes de que ese letrero también enseñaba que Yeshua es el Mesías Prometido, los sumos sacerdotes pidieron a Pilato que cambie la redacción de la condena, pero el gobernador les negó su pedido.
La gran salvación que Dios nos ofrece como un regalo, se la recibe por fe. Ahora recordando que la fe, también un regalo del Padre, se desarrolla al leer la Palabra, entendiéndola, a fin de que se grave en la memoria.



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